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Por Estrella Ortiz
Escribir para bebés
Escribo historias para bebés porque me encanta contárselas. Por fortuna, tengo bastantes oportunidades de hacerlo, pues además de escritora soy narradora oral (cuentista me gusta llamarme) profesional. Tal vez fuese precisamente mi práctica continuada y mi experiencia de contar y cantar a bebés lo que abrió el camino de la escritura para ellos. Por suerte, estar en contacto con la infancia me recuerda continuamente a la niña que sigue habiendo en mí, y que es la primera destinataria de mis ideas.
Aunque en los libros para bebés los textos suelen ser cortos, me gusta trabajar para que revistan unidad, es decir, que tengan un desarrollo narrativo —por muy sencillo que este sea— y un final claro que cierre la trama y dé sentido a todo el conjunto. Debido a mi faceta profesional de cuentista, la experiencia me ha llevado a valorar mucho la tradición oral, las fórmulas verbales, el ritmo, los juegos y canciones que circulan de voz en voz desde antiguo, pues sus estructuras resistentes al paso del tiempo guardan mucha sabiduría y sus temas sencillos y disparatados continúan hechizando a los más pequeños.
Recuerdos
A veces, la chispa inicial de un texto surge precisamente del recuerdo de un juego o canción tradicional que en mi imaginación de pronto alza el vuelo, como así ocurrió con De paseo, un texto que partió del juego tradicional “al paso, al trote, al galope” en el que el bebé, sentado sobre las rodillas del adulto vive el movimiento rítmico que se le transmite canturreando.
Esta sencilla retahíla fue lo que despertó mi escritura. En otra ocasión, quise inventar un juego para hacer cosquillas y de ahí nació Menudos bichos, un poema en el que las rimas discurren haciendo un recorrido por el cuerpo del bebé.
El mundo que nos rodea
Me agrada pensar que lo que escribo acompaña los preciosos momentos de comenzar a conocer las cosas, la naturaleza, y de ponerles nombre. De este afán por compartir las maravillas del mundo nació Colores, un libro en el que se presenta el colorido del mundo animal y vegetal, y sobre el que subyace, silenciosa, una retahíla numeral.
Así también ocurre en Todo en su lugar, un texto en el que me detuve a jugar con los entornos cercanos al hogar en conjunción con animales también cotidianos. Para mí fue un gusto rimar parejas de lugares y animalillos, que la ilustradora Paloma Valdivia tan bellamente resolvió colocándolos a todos por los rincones de una única casa.
Vocabulario para el bebé
Dentro de la inclinación —pienso que natural— a emplear términos y vocabulario del entorno cercano al bebé, me parece importante no tener miedo a incluir palabras poco conocidas, si la vida del texto así lo pide. No hay que olvidar que toda palabra tiene un poder sonoro deslumbrante, además de su significado, y más en estas edades; pensemos en las onomatopeyas, jitanjáforas y demás seres verbales sonoros. La palabra es una incursión en el silencio que a veces deriva en ensalmo o canción, y que guarda dentro de sí una pequeña magia. Por otro lado, cualquier palabra desconocida puede adivinarse fácilmente si se recibe dentro de su contexto. A ello se le suma la potencia clarificadora de la ilustración, pues aunque esta no sea necesariamente descriptiva de lo que se dice en el texto, sí que suele aportar elementos valiosos para su comprensión. Y por último, y no menos importante, el texto dirigido al bebé se comprende gracias a la entonación, los gestos y las originales interpretaciones de la persona que se lo está leyendo.
Complicidad
En consecuencia, cuando escribo el poema ya cuento (de modo inconsciente, quizá) con la complicidad de ese adulto para que “haga algo” en el desarrollo de su lectura: bien sea canturrear el poema o acompañarlo con entonaciones y gestos dirigidos hacia el bebé. Considero que un texto para estas edades por regla general no tiende a la introspección, sino a la acción, razón por la cual en su esencia siempre late una invitación al juego sonoro, visual y corporal. Un juego que imagino a tres bandas: libro, mediador-a y bebé.
De pequeño formato y para pequeños lectores, un libro de este tipo es un producto muy cuidado. Además del texto, son imprescindibles las ilustraciones, las cuales abren una puerta a la apreciación estética y la comprensión de la trama por vía visual. También muy importante es la labor del cuidado al objeto libro en sí: el tamaño apto para manos pequeñas, su peso, tipo de papel —resistente a golpes y chupadas y a la vez lo más suave posible para evitar accidentes— y demás cualidades físicas que procuran que estos primeros contactos con el libro se conviertan en una experiencia placentera memorable.
En resumen, creo firmemente que todas las personas implicadas en la labor de hacer libros para bebés —quienes editan, escriben, ilustran y presentan de viva voz— practicamos por vocación el máximo respeto hacia la infancia. Para que las criaturas, tiernos receptores, vivan y duerman arropados por las bellas historias. Maravilloso mar, la infancia, lleno de peces de todos los colores.
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