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Eugenia Perrella (@eugeniaperrella)
Tantas palabras que llegan sueltas y se amontonan. Se encuentran con sonrisas, lágrimas, miradas que brillan aferradas a la esperanza. Nada tiene un orden, no es necesario, se agrupan como pueden, igual que las hojas que, atrapadas por el viento, levantan vuelo hacia un destino incierto. Y de repente me pregunto: ¿Cuántas niñas y niños estarán en este momento sintiéndose como una hoja que se la lleva el viento? Y que esa hoja, como un remolino que baila en el cielo, avanza, se impulsa sin poder elegir, llevada por una brisa que a veces se transforma en ventarrón. Su mundo cambia, hay preguntas que no tienen respuestas, pero ellos igual caminan, siempre avanzan.
En este instante, mientras yo escribo y tú estás leyendo estas líneas, hay niños y niñas que marchan, caminan sin pausa en busca de un lugar mejor. Cierra los ojos e imagina, intenta verlos, están migrando. Según el diccionario, migrar significa que una persona deje “su lugar de residencia para establecerse en otro país o región”. Pero el diccionario no sabe de sentimientos ni de cuán difícil puede ser ese viaje.
Los migrantes que veo avanzan con su equipaje. Llevan lo necesario, ni más ni menos, y mientras caminan lo abrazan, es todo lo que tienen. Hay fotos, peluches, medallas, estampitas, galletas, agua, jarros, lápices de colores, cuadernos, pelotas, muñecas, libros, cartas, brújulas, mapas, bananas, pedazos de pan, mucho pan.
Pero los miro a los ojos y me doy cuenta de algo. Su equipaje es inmenso, pero no puede ser visto por cualquiera, sino por aquellos que realmente quieren mirar. Puedo encontrar un abrazo, un beso, una canción que se canta de memoria, un cuento escuchado miles de veces, el olor a mamá, la caricia de papá, el perfume de un postre, la música de la risa, el hueco del llanto, la calma de una voz conocida, la furia de ese enojo, más recuerdos, frustraciones, mucha esperanza.
Ver lo tangible, lo que se puede tocar, es sencillo. Pero percibir aquello que no se ve, que solo se puede sentir, suena extraño, pero necesario. Porque cuando el camino se pone difícil y el viaje parece interminable, lo que perdura es aquello que es imperceptible a los ojos, eso que no entra en un bolso o en una mochila, que solo se guarda en la memoria o en el corazón.
Hace unos años, me encontré con un trabajo fotográfico que me impactó. Las imágenes del reconocido fotógrafo Gregg Segal no eran unas imágenes más. Retrataban historias, miradas fuera de todo número estadístico al que estaba acostumbrada a ver. Eran niñas y niños, familias que miraban a la lente de la cámara rodeadas de las pocas pertenencias con las que viajaban. Ellos y ellas habían vaciado sus mochilas y se mostraban desnudos (aunque estaban vestidos), vulnerables y a la vez fuertes. Recostados en el centro, me miraban fijo. Mientras los observaba, rodeados de botellas de agua, panes, galletas, fotos, juguetes, pude descubrir algo especial. Fue un instante que me es difícil de explicar, pero ahí supe que toda la historia que quería contar estaba atravesada por esas fotos. Me di cuenta que eso que llevaban en sus bolsos y mochilas no era todo lo que tenían, que esa imagen que nos mostraba personas y objetos intentaba decirnos mucho más que eso que se veía a simple vista. Y ahí comencé a percibir lo intangible, eso que no se puede mirar ni tocar.
Fotos de @greggsegal
Me concentré en esos niños y niñas. Busqué en sus miradas, en sus sonrisas, en sus gestos pensativos, en su seriedad, pero más que nada en su halo inocente. Así fui encontrando que esos seres frágiles y valientes llevaban consigo una casa, su casa, una casa especial. Porque si a todo lo que cargaban en las mochilas sumábamos ese equipaje etéreo y puro que no se puede ver pero que perdura, cada uno tendría una casa muy grande que los acompañaría siempre. Sentí la necesidad de que así fuera. Y así fue, al menos para mí, que imaginé a cada niño y cada niña, valientes de enfrentar un mundo que se modifica tan rápido, encontrando la magia de su casa especial.
Y así apareció Clara, que con su maravillosa mirada y corazón valiente descubre que lo valioso viaja con ella. Mientras se traslada con su familia y su inseparable perrita Almendra, ella nos relata de manera inocente y a la vez profunda la historia de su migración. En el camino conoce a otros niños y niñas que, como ella, se dejan llevar como lo hace una hoja con el viento. Todos comparten la necesidad de saber que lo esencial viaja con ellos, porque hay cosas que ni el tiempo ni el lugar pueden cambiar. Son para siempre.
Angela Salerno (@pluma.negra.ilus)
Desde el primer momento en que leí esta historia sentí una conexión muy fuerte con las familias del cuento, porque hace muchos años mi familia también tuvo que migrar. Al igual que la familia de Clara, se vieron obligados a dejar su hogar en busca de una vida mejor, pero ellos cruzaron el océano, en un largo viaje de Italia a Argentina.
Por otro lado, desde hace algunos años, yo también estoy migrando. Aunque a diferencia de estos niños del cuento, que no tuvieron la posibilidad de elegir, yo sí elegí irme de casa, porque quería conocer el mundo.
Fue por eso que pude conectar rápidamente con esta historia, pude ver al instante esas casas especiales que llevan consigo cada una de las personas migrantes; esos recuerdos, esos aromas, esos sabores de casa, esas cosas intangibles que llevamos con nosotros sin importar cuán lejos estemos.
Aunque siempre supe que la migración de Clara y su familia, al igual que la situación de aquellas personas que se han visto obligadas a irse de sus casas, no pueden compararse en lo más mínimo con mi migración, yo pude ver fácilmente esa magia que contaba Eugenia.
Me interesaba mostrar la mirada inocente de un niño que migra, quien no entiende lo que está pasando ni el peligro en el que se encuentra. Quise mostrar ese recorrido como una aventura, como un viaje donde esté presente el juego, la amistad, la solidaridad y el amor.
Y como sé que la realidad es mucho más cruel, quise darle a esta historia y a esos niños lo que yo siento al migrar, que puedan sentir como una hermosa aventura el conocer lugares nuevos y el desafío que representa abrirse camino a lo desconocido. Con un profundo deseo de que no pierdan en ese viaje la magia y la inocencia de la infancia.
Fotos de Gregg Segal, del proyecto Un-Daily Bread
Fotos de @greggsegal
Mientras se publica este libro, hay más de 43 millones de niños y niñas desplazados de sus hogares en todo el mundo, según estimaciones de UNICEF . En los últimos diez años, la cantidad se ha duplicado al ritmo que aumentan las guerras, la violencia, los desastres climáticos, la pobreza.
Sea cual fuera el motivo, quienes abandonan su hogar lo hacen con la esperanza de encontrar en otro sitio un futuro mejor. En la mayoría de los casos, esos viajes están repletos de peligros y miedos. Los niños y las niñas están expuestos a incontables desigualdades, como la falta de acceso a la educación y a una adecuada atención médica. Además, están en riesgo permanente de ser vulnerados y de sufrir discriminación.
Eugenia Perrella nació en Buenos Aires, Argentina. Es periodista y trabajó durante más de quince años en diferentes medios de comunicación de su país, tanto en prensa escrita como en formatos audiovisuales y plataformas digitales. Fue parte de uno de los periódicos argentinos más importantes, donde escribió sobre diferentes temáticas hasta que se especializó en noticias internacionales. En el último tiempo, transformó esas ganas de informar y la experiencia adquirida en una pasión inmensa por escribir literatura infantil y juvenil. Ama los libros que despiertan curiosidad y desatan una imaginación sin límites. También piensa que la literatura es una herramienta poderosa para conmover. Siente que, al leer un libro, ingresamos a un mundo maravilloso en el que no existen fronteras.
Angela Salerno se graduó de diseñadora gráfica en la Universidad de Buenos Aires y luego descubrió su pasión por la ilustración. Publicó su primer libro como autora integral con Editorial Amanuta en 2021. Trabaja como ilustradora y diseñadora independiente, con el sueño de desarrollar su carrera en el mundo editorial. Es una argentina inquieta que actualmente vive en Australia, a la que le inspiran los viajes y las diferentes culturas.
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