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EL MARINO, EL NATURALISTA Y EL CAZADOR
Por Pedro Mege R.,
Antropólogo, Director Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), Pontificia Universidad Católica de Chile.
Rara vez se dan encuentros de personas tan distintas, que por las circunstancias confluyen en un lugar. En este encuentro en los mares australes todo es extraordinario, porque son personas especiales, porque el lugar es impresionantemente sobrecogedor y están todos ellos signados para pasar a la historia por su particular conjunción de vidas, por lo que vivieron en un momento, en el giro de la historia.
¿Qué los une?
Primeramente el mar –ese gran conector de mundos– sin él no podrían haberse reunido; en segundo término, la codicia del conocimiento el dominio, y quizás la búsqueda de lo desafiante y lo peligroso.
¿Quiénes son?
El marinero es el capitán Robert Fitz-Roy, expedicionario del Imperio Británico asegurando su expansión y su grandeza, su consolidación por medio del levantamiento cartográfico y conocimiento geopolítico. El naturalista, Charles Darwin que necesita la comprobación empírica de ciertas intuiciones peligrosas de su amigo y maestro Alfred Russel Wallace. El marino y el naturalista recorren el mundo en el bergantín HMS Beagle. Y el cazador es Orundelico un joven yagán que vive en un entorno extremadamente riguroso y que navega en su canoa familiar de corteza por los canales del extremo del Pacífico Sur.
Cada una de estas tres personas representa y es un mundo, Fitz-Roy la tradición del expansionismo colonial inglés con un marco moral de la religiosidad anglicana, Darwin a la ciencia positivista y el naciente evolucionismo y Orundelico a la vida nómade sobre una canoa recolectando y cazando en su territorio y maritorrio.
Ninguno de los tres quiere ceder en sus principios por riesgosa que sean sus defensas, lo radical de sus posturas se ve claramente reflejada en su exterioridad inconfundible, lo que queda muy bien reseñado en las ilustraciones de los dos libros: Fitz-Roy de correcto uniforme de la Royal Navy, significando su adhesión a las ideas del Imperio, en sus convicciones y maneras; Darwin de civil burgués con una indumentaria algo desaliñada (desde Albert Einstein –“ese viejecillo desaliñado y sucio” en palabras de Hannah Arendt– todos sabio deben serlo), su mareo y consecuente vómito le agrega la indicación que es un sujeto de las ideas y no del cuerpo; Orundelico, desnudo completamente, sujeto de la naturaleza para una mente civilizada, que solo se cubre con capas de nutrias.
Para Fitz-Roy y Darwin se trata de cambio, Darwin ve que todo es mutable y en movimiento, el mundo y sus seres; Fitz- Roy el moralista quiere cambiar a Orundelico y salvarlo de su vida salvaje, transformarlo en un hombre civilizado, extirparle sus prácticas abominables y paganas; Orundelico se nos aparece insondable, impredecible, solo le vemos su desnudez, viene de lo que Joseph Conrad llamó el Corazón de la Tinieblas, ese lugar el “horror” cultural como bien lo describió Darwin en El Origen del Hombre y la selección en relación al sexo *.
¿Qué es un viaje?
Estos dos libros maravillosos en sus relatos y sus ilustraciones nos revelan en sus títulos la dirección de los sentidos que hay que adoptar, en Darwin un viaje al fin del mundo y El insólito viaje de Jemmy Button, nos hablan de desplazamiento, de “viaje”. ¿Qué es un viaje? Es salir de su entorno, de su Lebensraum, para internarse en otro distinto, exótico. Evidentemente ambos viajes son insólitos, insólito del latín in, negación y solitus, de la costumbre que se tiene, es decir, de la supresión de lo que uno tiene por costumbre.
Evidentemente los tres héroes en sus respectivos viajes se enfrentan a otras formas de costumbres. Lo notable de los dos libros es que son desde la perspectiva del viaje opuestos complementarios:
Pero no es un simple desplazamiento físico, sino, que fundamentalmente cultural simbólico. En ambos viajes los involucrados son sometidos a la alteridad del otro, a la extrañeza de las culturas. Las experiencias son profundas, en su sentido psicoanalítico, los tres sufren un cambio en el proceso, lo que quizás llevó al suicido a Fitz-Roy, Darwin definitivamente quedó choqueado con la experiencia reflejada en el relato que nos dejó, “Prefiero descender de aquel heroico mono de pequeño tamaño… que de un bárbaro que encuentra placer en torturar a sus enemigos, que ofrenda sangrientos sacrificios, que sin remordimiento practica el infanticidio, que trata como esclavas a sus esposas, que desconoce la vergüenza y que está dominado por las supersticiones más groseras”. A Jemmy, no estamos seguro que el asesinato de los misioneros anglicanos donde supuestamente participó, ¿sería un acto de venganza o de purificación sacrificial?
Otra cuestión central a los texto es el nombrar. Si el nombrar define al sujeto en comunidad, lo hace un ser social, a los fueguinos le mataron su ser social al re-nombrarlos, arbitrariamente, jugando. Los arbitrarios nombres de Fueguia, York Minster y Jemmy Button nos dicen mucho. Es un acto criminal que atenta contra la identidad básica de toda persona. Juego macabro que nos habla de la prepotencia característica del colonialismo europeo.
En las ilustraciones de El insólito viaje de Jemmy Button se muestra estupendamente las maneras inglesas, la hora del té, las vestimentas, los espacios… a los que son sometidos los fueguinos. Se los exhibe como una empresa exitosa de civilización. En ambas publicaciones se ilustra muy bien el contraste entre los vestidos y los desnudos, el minimalismo yagán y la parafernalia llena de artilugio de los europeos.
En las ilustraciones descubrimos un posible lapsus, solo ríen los fueguinos, nunca Darwin y solo una vez Fitz-Roy, la dibujante sin querer (¿o con querer?) fija las risas principalmente en los fueguinos. Será que la alegría es privativa de ellos. Jemmy se muere de la risa, Fueguia disfruta… ¿Qué nos quieren mostrar las imágenes? Europa nos mostraría una máscara seria y amarga. Al volver Jemmy a su vida, a su maritorrio, ¿quiso recuperar la sonrisa?
Las ilustraciones también nos muestran que el horror ** es instalado en el mundo yagán por los europeos, las mujeres son indígenas, las madres también… espero que estas poderosas imágenes queden hondamente grabadas en las mentes de nuestros niños y niñas.
**"El horror, el horror", son las últimas palabras de Kurtz en la novela de Joseph Conrad, El Corazón de las Tinieblas. Estas palabras representan el sentir europeo respecto a la otredad en el contexto del colonialismo de los siglos XIX y XX. Otredad que lograba aglutinar a todo aquel considerado inferior: indígenas, mujeres, madres.
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