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Por Patricia Fernández Bieberach
Es sabido que los libros aportan al desarrollo cognitivo de los niños y a su desarrollo personal, pero hay un aspecto menos conocido que puede ser de gran ayuda: el efecto terapéutico de los cuentos infantiles.
La lectura de un cuento en compañía de un adulto significativo es en sí misma un aporte a nivel emocional, en tanto promueve el apego, la comunicación y la empatía. Sin embargo, por ser un espacio en que los niños manifiestan una mayor apertura y sensibilidad, pueden surgir comentarios sobre situaciones reales o imaginadas que les afecten.
La lectura compartida constituye un espacio de gran valor protector ya que nos permite acceder sin presiones al mundo infantil.
Así como el pequeño lector o lectora puede identificarse con algún conflicto que aqueja a un personaje, también puede ir ideando posibles maneras de resolverlos. De este modo, no solo acceden a la historia explícita sino que, a partir de ella, pueden ir creando una historia paralela que les resulte más cercana.
El cuento que leen, proporciona un estímulo que los conecta con una vivencia específica, motivándolos para que hablen acerca de ello.
Es posible que el conflicto aparezca de manera espontánea en base a cualquier lectura, dándonos la oportunidad de aprovechar dicha instancia para saber hasta qué punto algo les aflige. No obstante, también podríamos presentarles un libro que abordara contenidos específicos relacionados con la problemática antes detectada.
En ambos casos, podremos orientar la lectura hacia una reflexión y posibles resoluciones a través de la fantasía.
Resulta más fácil para los niños pequeños hablar a través de otros, especialmente si se trata de personajes que son niños o animales.
En el caso de los más grandes, que poseen una mayor capacidad de comprensión y razonamiento, suele resultar más fácil tratar el tema en primera persona.
Hemos visto que, después de leer un cuento, muchas veces los pequeños quieren releerlos, agregando incluso elementos que se alejan del relato original. Los niños necesitan añadir sus propios ingredientes, relacionarse de una manera personal con los personajes y también crear finales que los convenzan. Y así como sucede con el juego y el dibujo, el relato infantil refleja las experiencias personales, por lo que allí hay un mensaje que descifrar para acompañarlos.
En este sentido, la elaboración de un “cuento propio” en paralelo al que se lee, permitirá que proyecten su mundo interno dando al adulto la posibilidad de guiarlos.
Ya sea que estén afectados porque nacerá un hermanito, por los miedos nocturnos o por la timidez, los contenidos y las ilustraciones de ciertos cuentos infantiles constituyen una gran herramienta terapéutica para los padres y educadores.
A continuación recomiendo tener en cuenta lo siguiente:
En el libro “EMPATÍA: Guía para padres e hijos”, se muestran las temáticas más comunes que afectan a niños y niñas junto con algunas ideas para abordarlas.
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